La mesa de los mayores

La mesa de los mayores

Posted on Apr 5, 2025

Cuando era niño, en las comidas familiares siempre había dos mesas. La de los adultos y la de los niños. La nuestra estaba en la cocina, o arrimada a un rincón del comedor. Nos sentaban con vasos de colores, servilletas de papel, y una pizza cortada en triángulos irregulares. Hablábamos todos a la vez, nos manchábamos la cara, y muchas veces nos levantábamos antes de tiempo. Nadie pedía permiso. Nadie esperaba que termináramos.

La otra mesa era distinta. Se hablaba más bajo. Nadie se levantaba sin avisar. Había silencio entre plato y plato. Cuando alguien decía algo, los demás lo escuchaban sin interrumpir. Desde mi sitio, yo miraba de reojo. No entendía lo que decían, pero quería estar ahí.

Durante años pensé que querer sentarse en esa mesa era crecer. Una especie de paso natural. Como si ganarse una silla fuera la forma en que uno demuestra que ya sabe estar. Que ya puede hablar en serio.

Y uno, desde fuera, empieza a imitar. Ajustas tu tono, tus palabras, tus formas. No porque no seas tú, sino porque entiendes que hay un idioma, y aprendes a hablarlo. Para que te escuchen. Para que te inviten. Para que te tengan en cuenta.

Hace poco, junto a varios jóvenes más, estuve en una comida con un CEO de una gran empresa muy conocida. No nos conocía. Al empezar, nos presentamos contando lo que hacíamos y lo que queríamos hacer. Hablamos sin estrategia. Sin vendernos. Él escuchó en silencio. Y al final, dijo: “Qué envidia. Quedaos en este camino. No perdáis la dirección.”

No explicó qué camino. Ni por qué lo decía. Pero se notó que lo decía en serio. Como si, por un momento, hubiera recordado algo.

Llevo varios días que esta frase me viene cada tanto.

Conozco personas que ya están en esa mesa. Admirables. Capaces. Visibles. Pero a veces, mientras hablan, da la impresión de que no están ahí del todo. Como si estuvieran atrapadas en algo que hace tiempo dejó de ser propio.

Y también veo a otros que aún no han llegado, pero ya se están moldeando para entrar. Ya están adaptando sus palabras, sus elecciones, sus silencios. Como si sentarse ahí valiera más que cualquier otra cosa.

A veces pienso que nos vendieron esa mesa como el lugar al que había que llegar. Pero si lo pienso bien, cuando era niño yo no soñaba con estar sentado entre adultos hablando de cifras y estructura. Ningún niño sueña con P&Ls, AUM ni ROIC.

Muchos sueñan con ser padres. Con ser amigos. Con ser abuelos. Con tener una casa con jardín y una mesa larga donde todos puedan sentarse. Sueñan con cosas simples. Cercanas. Con pizza. Con reírse fuerte. Con decir lo que piensan sin saber si es brillante. Con estar.

Siempre hay otra mesa. Siempre va a haber una más. Más seria. Más exclusiva. Más arriba. Pero eso no significa que sea mejor.